Conculcando la “jaula de oro”

“Antes hay que desconfiar del que busca razones por las que nos beneficia, que del que nos beneficia sin buscar razones”. (Miguel de Unamuno)

Condenarro

Por cualquier lado donde se quiera ver, Baja California Sur es “un paraíso terrenal y marino”; lo que sea que pueda el lector entender por paraíso, porque acepciones y/o sentidos tiene varios, aunque el etimológico es compuesto (Del lat. paradīsus, este del gr. παρδεισος, y este del avéstico pairidaēza, cercado circular, aplicado a los jardines reales), mismo que por lo cual, tiene no solamente el interés de sus habitantes, nativos, llegados de lejos, o inversionistas a los que les vale sombrilla.

El Sur de la Baja California Sur ha sido objeto, al menos los últimos cuarenta años de millones de dólares en inversiones, básicamente relativas a la industria turística; hoteles, residencias, condominios, restaurantes, actividades lúdicas y urbanización acorde a zona turística e infraestructura básica –casi- para la población que hace posible dichos servicios para el visitante.

La riqueza natural que la penísnula ofrece a sus visitantes y residentes es invaluable en su totalidad. Explotable en exceso en muchos casos; playas principalmente, y áreas convertidas, de una zona semidesértica en complicados campos de golf con flora importada, más vistas naturalmente privadas de la presencia del habitante común. La sobre explotación de los recursos naturales siempre ha sido objeto de opiniones, de críticas, de ataques ambientalistas y ecologístas, ojo, no son lo mismo aunque se parezcan. Primero fueron los desarrollos turísticos de alta densidad, después lo que se proyectaron en áreas de conservación (Áreas Naturales Protegidas), como humedales y uno, a punto de concretarse, en terrenos colindantes al Parque Nacional Cabo Pulmo. Mucha publicidad se realizó por años en torno a la riqueza incalculable e incualificable de La Reserva de la Biósfera La Sierra La Laguna. Para no entrar en honduras, no el país, sino del tema, mas en honduras terrenas como sería el hacer gigantes socavones dentro de ese gran tesoro natural, para recabar un mínimo tesoro: oro de la Sierra; con todo lo que ello implica: desaparición de flora y fauna regional, en su mayoría endémica y en muchos casos en peligro de extinción; la contaminación inminente de los mantos acuíferos. El tinaco natural de agua limpia y pura para abastecer los municipios de La Paz y Los Cabos, aproximadamente medio millón de habitantes, más los millones de turistas que anualmente gastan otros millones de dólares en las actividades turísticas en ambos municipios, entre ellas la pesca deportiva, golf, beberecua diaria, etc.

A últimas fechas se ha popularizado una de las riquezas históricas (siglos de historia paleontológica y antropológica), que cohabitan –es metáfora, pues el arte, aun cuando vive para nosotros, es inerte. Mas debe ser inherente a nuestro desarrollo y acrecentar nuestro acervo y, por tanto, fortalecer nuestro sentimiento de identidad, de pertenencia a esta tierra que, para los que renacimos aquí, yo a los 28 años en 1989, como a quienes aquí nacieron. A los que no huímos ante la advertencia de un Odile, una Juliette, un Pau,l un Fausto, o una lluviesitia “entierra colonias” y tirapuentes, entre otros meteoros de los que se acostumbran anualmente por estos lares.

Durante años se han vendido fósiles de especies milenarias marinas (dientes de tiburón, caracoles, huesos de ballenas de miles o millones de años) Se ha promocionado la existencia de pinturas rupestres que, a decir verdad, la revista mundialmente reconocida National Geographic las ubica como las pinturas rupestres Nº1 entre las principales 20 del mundo, tal como lo confirmó Jesús Montaño en el reciente Congreso Internacional de Arte Rupestre de Cáceres, España. Sin embargo, toda la Península, toda La Sierra  La Laguna, toda la geografía de Los Cabos, principalmentla rural, la que pocos, muy pocos visitan, albergan un tesoro envidiable por su valor histórico. Todo el riesgo de volar junto con miles de toneladas de tierra al buscar algunos gramos de oro que adornarán algunos anillos, medallas y aretes que nadie de la localidad utilizará, y cuya venta representa la pérdida irreversible de sus propiedades mobiiliarias, inmobiliarias y genealógicas, y su ganancia la verá algún canadiense o dueño de telerrisión. Sin mencionar el dato histórico de antecesores de los pericues, guaycuras y/o cochimies, según el caso y la zona geográfica, que se pierda con ello.

En resumen, la tez que mostramos al turista es polifórmica; va desde un hotel, cualesquiera que sea su categoría, clasificación o definición, así como restaurantes, transportadoras, actividades de toda índole, en Los Cabos destaca la pesca deportiva, gastronomia, golf, spas, descanso, fiesta, paseos rurales (montañismo, ciclismo, entre otros relacionados al ecoturismo, avistamiento de aves, et.); a últimas fechas se proyecta explotar, más no dañar, la riqueza histórica, paleontologica y antropológica principalmente, dando oportunidad y abriendo alternativas a la población rural, sin que tengan necesidad o se vean intimidados por las grandes mineras que pretenden dejarnos una porquería de tierra yerta en lugar de un paraíso invaluable, e interminable.

En fin, mi es-timado lector-elector e incrédulo depositario de un invaluable tesoro que no es de oro, sino de naturaleza, de vida, de historia que no permite histeria, me retiro y reitero como un simple y pobre loco peligroso irreverente, irrelevante, irremediable pero irresistible y real prófugo de la injusticia  que es no saber de la genealogía y de lo genial que es nuestra historia.

“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”. (Aldous Huxley)minapintura

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